AL SOL DE GARBAYUELA.
Salir a
la calle en Garbayuela un día cualquiera del mes de julio o de
agosto entre las tres y las seis o la siete de la tarde, es cosa de
héroes. Las temperaturas normales de estos dos meses estarán
siempre rondando entre los 37 y 40º a la sombra. Al salir a la calle
el aire caliente nos dará un bofetón que nos hará preguntarnos,
¿dónde voy con este calor?. Pero nada, siempre ha sido así. Ahora
y siempre. Y las noches… ¡cuidadito con las noches!
Lo
curioso del caso es que nos quejamos amargamente, como si esto no
hubiese ocurrido nunca, como si nunca hubiese sido así. Y no nos
acordamos que el año pasado fue igual. Que lo aguantamos como mejor
pudimos y que aquí estamos otra vez este año pasando el mismo
calor, quejándonos de nuevo y combatiendo estas temperaturas a base
de percancear todos los medios que la tecnología pone a nuestro
alcance.
Pero,
¿nos hemos parado a pensar alguna vez, cómo lo hacían nuestros
abuelos y bisabuelos? Ellos que no disponían de ventiladores, ni de
aires acondicionados, ni frigoríficos…
La
respuesta es facilísima: aguantándose y
poniendo su imaginación al servicio de la causa o simplemente
utilizando el sentido común: no salir de
casa en las horas centrales del día, beber agua, buscar la sombra y
adaptar sus viviendas de la mejor manera posible. Vamos lo que nos
aconsejan ahora en cualquier medio de comunicación.
Por eso
nuestros antepasados, casi todos gente del
campo, madrugaban levantándose de noche,
hacían sus trabajos a primeras horas del día y sobre las diez de la
mañana, en casa. Un buen desayuno, (sopas de tomate), y una buena
siesta, (la del burro), y al mediodía, “aseado, limpio y
compuesto” a la tertulia con los amigos, parientes o vecinos, unas
veces en casa y otras en el bar hasta la hora de comer. Por la tarde,
después de siesta, al huerto y vuelta a casa “con la fresca”.
Buena vida, ¿verdad?
Cualquiera
que esté leyendo esto y conozca la realidad del trabajo del campo,
dirá:
-“!Estás
apañao”! ¿Lo dices en serio?
Pues no.
No lo digo en serio. La realidad era bien distinta. Porque
precisamente en esta época estaban las eras en todo su apogeo.
Y eran
ciertos los madrugones y los primeros trabajos del día. Y era cierto
el desayuno, ( en Garbayuela, almuerzo).
Pero a continuación era el momento de volver a coger el sombrero de
paja, de echarse el barril del agua al hombro y marchando a la era.
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Trillando en la era |
Porque estas horas eran las buenas para trillar; cuando la
parva había perdido la
marea cogida por la noche y los trillos
desmenuzaban mejor los haces de la mies que fuera, convirtién- dolos
en un montón de paja y grano que luego había que limpiar
“aventándola” al aire.
Y cuando
nuestros padres y abuelos volvían sobre las dos, sudorosos y
sedientos, sólo tenían un pequeño margen de unas dos horas para
comer y descansar un rato. Y siempre pendientes de si hacía aire y
viendo o preguntando la dirección que marcaba la veleta de la torre
de la Iglesia o la del Ayuntamiento, porque si el aire era “gallego”
(aire del oeste, constante y siempre en la misma dirección), se
dejaba la siesta, ya que había que volver para limpiar,
es decir, separar el grano de la paja por el procedimiento que he
dicho antes.
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Limpiando en la era |
Y a base de tragos de agua calentona del barril,
protegido del sol entre los haces, y buscando la sombra de algún
carrasco, si lo había, se iban terminando estas faenas agrícolas
veraniegas que muchos las calificaban como “esto
no es ná”, hay cosas peores.
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Barril de agua en una era. El entramado de cuerda se le hacía cuando las asas se rompían. De esta manera se transportaba mejor. |
Y, ¿qué
decir de las noches? Pues nada. Que las temperaturas eran iguales que
las de ahora, y que cada uno se las ingeniaba como podía para dormir
y descansar.
La gente
por la noche, después de cenar, pasaba horas interminables al
fresco, en las puertas. Con el botijo de agua “fresca” como
elemento indispensable para refrescarse. Horas de cháchara y
chascarrillos. De consejos y sentencias. De historias de ahora y de
antes, de miedo y de humor, de sabios consejos y de exaltación de
valores. ¡Cuánto podían aprender los más pequeños de la gente
mayor.
Y poco a
poco los corrillos se iban deshaciendo. Cada uno se iba a dormir
como podía.
Yo he
visto a hombres del pueblo sacar la manta a la puerta de la calle,
tenderse en ella y quedarse dormido sin más problema. Otros “irse
a quedar” en las eras, o en los huertos, o en “legío” en algún
resto de paja que quedara todavía. También estaban los que se
quedaban en casa, la mayoría, que abriendo las pequeñas ventanas
que tenían, buscaban las corrientes de aire, auque tuviesen que
sacar el colchón al medio de la casa.
El caso era
pasar estos días con sus noches “toledanas”, como fuera,
aguantando el calor y pensando en el esperanzador refrán:
“Aunque
el verano sea largo, se marcha por S. Bernardo”
(20 de agosto)
Feliz
verano a todos, y sobre todo a los que llegáis a este OASIS.
Garbayuela, julio de
2020
Luis A. Agenjo Rivas
Los que hemos vivido lo que cuentas parece que está ocurriendo en este momento. Como son recuerdos producen sentimientos agradables y se apreciaba un tipo de resignación, era así y había que aguantar. Ahora se ve de otra manera y tenemos que tener el aire acondicionado, el agua, o caca cola fresquita del frigorífico. El hielo es obligatorio y la piscina o playa necesarios. Nos hemos acostumbrado a ocultar la realidad y creernos con derechos sobre lo que nos aporta la Naturaleza. Un poquito de pisar tierra nos vendría bien a todos.
ResponderEliminarEste verano creo que hace más calor pero menos del que viene.
A pasarlo cada uno como mejor pueda. De todas formas ahora nos quejamos del calor y cuando llegue Enero mis quejaremos del frío.
Buen verano a todos.