domingo, 31 de diciembre de 2023

Actividades Culturas durante 2023


    ACTIVIDADES CULTURALES  REALIZADAS EN EL AÑO DE 2023


Febrero: Escuelas infantiles de Baterno, Garbayuela y Tamurejo, visitan el Museo Etnográfico. Concurso de redacciones.



   Abril: Ruta senderista al Castillo, organizada por la Comisión de festejos del Ayuntamiento. Información de 4 puntos del Castillo, a los asistentes, por componentes de la Asociación.




  Abril: Visita, al museo etnográfico, del Instituto de Secundaria, de Siruela.



Junio: Visita Cultural al Castillo de Capilla y ermita de Garlitos.







Junio: Participación en la recogida de basura en la Cañada Real Segoviana.



Agosto: Exposición “ Garbayuela abre el baúl”. Sobre bordados antiguos.







Agosto: apertura del Museo etnográfico.



Agosto: visita guiada a las pinturas rupestres y a las cazoletas.

Pinturas rupestres

Cazoletas



Septiembre: III Jornadas Culturales “ Sibercultura “







Octubre: Visita Cultural al Castillo de Puebla de Alcocer, Museo del Gigante, Paseo por la población y Convento de de la Visitación.





Museo del Gigante
Castillo de Puebla de Alcocer




Componentes de la Visita a Puebla de Alcocer

 Con estos eventos culturales, que hemos organizado, en este 2023, damos fin a lo que al principio de año habíamos previsto.

     Dar las gracias a tod@s los que han colaborado para llevar a buen fin este programa cultural, gracias por la buena acogida que han tenido estos eventos y gracias por las muestras de apoyo y de ánimo que nos transmitís, a la Asociación, que es el combustible que nos hace avanzar. Ya estamos preparando las actividades para el año de 2024, con la ilusión y ganas de dar a conocer nuestro patrimonio Cultural de Garbayuela y comarca.
     Dar también las gracias al Excelentisimo Ayuntamiento de Garbayuela, en su alcalde Jose Manuel, por el constante apoyo y colaboración, así mismo a la Mancomunidad de la Siberia, personificado en su gestor cultural, Miguel Ángel, a la Excelentísima Diputación de Badajoz, al Ceder la Siberia y a la Reserva de la Biosfera de la Siberia, por su colaboración.
     ¡¡¡¡ G R A C I A S !!!! a todos los socios y socias por creer en esta Asociación.


Encontrar, conservar y dar a conocer nuestro Patrimonio Cultural

 



sábado, 30 de diciembre de 2023

Olivos milenarios

Acabando el año 2023 y en plena campaña de recogida de aceituna en Garbayuela, traemos este relato del Observador, Jesús Manuel García Luengo, en el que nos enseña otro atractivo mas, de nuestros parajes con encanto, que rodean a Garbayuela. Aparece una pequeña muestra de estos majestuosos ejemplares de olivos sobre los que descansa el autor, en su deambular constante descubriendo y dando a conocer el rico patrimonio natural de nuestro entorno.   


 NAVIDAD 2023

El OLIVAR MILENARIO.


Acoge en su falda la Sierra de Mirabueno un majestuoso bosque creado por hombres que sabiamente supieron modelar con habilidad su entorno natural para domesticar la tierra. Pudo haberse transformado en una veteada dehesa de encinas y alcornoques para no desentonar con el paisaje dominante, pero aquellos antiguos pobladores prefirieron sacrificar la bellota por los montaraces parientes del olivo. Amante de las tórridas solanas, el acebuche o azuche, como lo conocemos por estos contornos, templado por el estío y el hielo, medra vigoroso entre la leñosa e impenetrable maraña vegetal como siempre lo hizo su agreste estirpe. En su rusticidad y capacidad para bregar con los rigores de un clima extremo, vieron aquellos agricultores una oportunidad para propagar la preciada versión cultivada de este árbol y fundieron con maestría ambas especies, consiguiendo lo mejor de cada una. Hoy, aquellos espigados azuches injertados hace centurias, lucen soberbios sus monumentales troncos resquebrajados por los avatares del tiempo y las heridas que nunca cicatrizaron.

Desordenadamente ordenados, los vetustos olivos no pasan desapercibidos a los pies de la sierra. Ascendiendo por las bellísimas callejas empedradas y flanqueadas por toscas paredes de piedra, los azuches que crecen en los linderos se entrelazan formando envolventes galerías por la que discurren los ancestrales caminos que dan acceso a cercones y olivares.


De las robustas ramas que asoman a estas callejas se descuelgan ramilletes de
entresinadas aceitunas con formas y tamaños diversos, incluso en un mismo árbol. Llaman especialmente la atención las más gruesas y carnosas, conocidas como juriegas o huriegas, nombre vernáculo del que no hay referencia escrita. De esta variedad están muchos de estos añosos acebuches injertados por el tamaño de su fruto, muy apreciado para consumirlo endulzado y aliñado. Pero no descuidaron aquellos habilidosos campesinos la principal cualidad del fruto oleoso y procuraron cultivar variedades con mayor rendimiento graso para abastecer sus alcuzas. Aquella rica diversidad se ha mantenido inalterable hasta nuestros días y de las ramas de estos antiguos olivares siguen colgando aceitunas que atienden a nombres como corniche, verdial, limoncillo, avellanilla, manzanilla, juriega, entre otras, que son recolectadas y amontonadas en las almazaras sin distinción.

De este a oeste de la sierra se solapan parajes con nombre propio, sin límites aparentemente definidos, que hacen referencia a particularidades de naturaleza diversa. Nunca sabes con certeza dónde empieza uno de estos enclaves y dónde acaba otro cuando los recorres a pie. Solo las intrincadas callejas que se reparten este territorio parecen establecer ciertas referencias y cierto orden en las difusas lindes. Hacia oriente se tiende fragosa y quebrada la sierra hasta La “Joya” del Valle; a media falda se desparraman desigualados los olivares de La Viña entre bellos cercones adehesados y linderos, comunicados por angostas calles y sinuosas veredas. En estos suelos profundos hunden sus raíces algunos de los azuches más imponentes. En La Hoya, ubicada por cima del lavaero, se encuentra discretamente enclavado uno de estos enormes ejemplares. Su formidable tronco sostiene una proporcionada arboladura, menguada por las rigurosas y continuas podas que impiden que estos árboles adquieran gran altura. Aun así, el porte de este acebuche injertado es soberbio. Con sus 4.5 m de perímetro a 1.30 m del suelo, al que habría que añadirle un metro más de peana, destaca imponente sobre los no menos impresionantes pies que crecen en estos olivares.


Entre La Viña y El Cerconazo quedan las difusas Entreviñas. Sin majanos ni referencias que las sitúen sobre el terreno, me da la sensación de que sus límites los dispone el ojo y el criterio del que las pisa. Se yerguen en este enclave tres buenos “mozos”. Uno, solitario, situado en un cercado de piedra próximo a la calleja, destaca como una torre sarracena en mitad de un baldío. Los otros dos, imponentes, descomunales, se agarran al suelo del olivar con troncos que alcanzan los 5.5 m de perímetro y una vara más de añadidura si se tallan por la cepa.

Rumbo al poniente traspongo los alineados olivares de El Cerconazo, Olea europea mayoritariamente, para hollar los impresionantes aceuchales que hermosean la falda de la sierra. Desde los cercones más próximos al pueblo hasta las callejas que ascienden a Las Majadillas y El Castillo, los enormes acebuches comparten cuartel con no menos enormes carrascos. Otros se asoman desde las lindes entreverados con estos o ascienden adehesados por las laderas. Injertados con diversas variedades de aceituna, lucen majestuosos sobre un suelo que el glifosato se encarga de mantener limpio de pasto todo el año. En las cercas ganaderas son las merinas las que hacen el mismo trabajo con igual eficiencia y sin efectos secundarios. Dos olivos de enjundia despliegan su descomunal porte en uno de estos cercones. Añosos como catedrales y con leña como para pasar un invierno, las profundas grietas de sus colosales troncos cuentan la historia de un pueblo que renació sobre los cimientos de otro.

Los restos desmenuzados de la cumbre cuarcítica de la sierra es la barrera natural que frenó al acebuche domesticado, pero las quebradas pedrizas no fueron impedimento para crear y modelar el aceuchal allí donde la piedra no embozó la tierra. A medio camino de Las Majadillas se extiende este soberbio bosque de árboles más que centenarios, probablemente el más vetusto y hermoso de la comarca. Abigarrados, entre El Olivar y el Olivar de Salas se reparten buena parte de esta formidable colección de olivos monumentales. Caprichosamente esculpidos, los enormes troncos retorcidos, cuarteados, huecos, revelan las profundas heridas de su larga existencia y no son pocos los que se aferran a la tierra por el vigoroso hilo de vida que el paso de los siglos aún no ha podrido. La inmortalidad no parece un misterio cuando contemplo a estos ancianos que han sobrevivido hasta nuestros días desafiando al filo del hacha y a los inmisericordes embates del tiempo.

Quebrados en dos y tres brazos, acarreados unos o emplazados a su antojo otros, los retorcidos olivos trepan por la falda hasta donde la pendiente y la piedra les frena. El aspecto general del desordenado olivar es soberbio, como soberbia es la estampa de otra pareja de impresionantes olivos que bien pudieran ser “quintos”. Quiso el diestro injertaor que uno fuese juriego y avellanillo el otro. Ambos, de hechuras formidables, lucen robustos y lustrosos troncos de 5.5 m de perímetro, aproximadamente, al que hay que sumar otro metro de pedestal, por si fuera poco. Contemplando sus dimensiones, sobrecoge pensar que las dehesas más viejas del lugar probablemente eran un chaparral cuando estos olivos ya eran vareados.

Recientes estudios sobre olivos milenarios afirman que lo son aquellos que superan los cuatro metros y medio de perímetro. Este parece ser un indicador que determina la solera de estos excepcionales árboles, declarados monumentos naturales o singulares en muchos pueblos de gran tradición olivarera. Para llegar a esta conclusión se ha desarrollado una metodología no destructiva que permite calcular la edad de olivos ancianos mediante un modelo matemático que relaciona la evolución de variables como el perímetro, diámetro o radio medio de un conjunto de árboles que se han desarrollado bajo el mismo ambiente. Si nos guiamos por las estimaciones de este método de datación, no cabe duda de que nuestros viejos olivares acreditan sobradamente su milenaria condición. Mérito al que han contribuido sin distinción de lengua y credo tantas y tantas generaciones a lo largo de la historia. Justo reconocimiento merecen aquellos campesinos musulmanes que cultivaron como suya esta tierra. A ellos debemos que este valioso legado natural haya perdurado durante siglos, como agradecimiento debemos a todos aquellos depositarios que con su esfuerzo y dedicación han conservado y mimado hasta nuestros días este majestuoso olivar milenario.


El Observador”