jueves, 1 de diciembre de 2022

Río Guadalemar

Continuamos con la publicación de estos relatos, de El Observador, sobre el entorno natural de Garbayuela. Son las vivencias que su autor, a lo largo de estos años pasados, ha ido plasmando en papel y que ahora la Asociación FUENTELAMORA, va sacando a la luz, con estas entregas.


24-5-2019   RÍO GUADALEMAR. GARBAYUELA.

Si tuviera que definir de alguna forma la importancia de un río como el Guadalemar, diría que en su humildad está su grandeza. Sólo hay que recorrer cualquiera de sus tramos y contemplar el despliegue de vida que gira en torno a él para hacerse una idea su extraordinario valor. Río de extremos, condenado sin remedio a forzosos y radicales cambios estacionales, no es poco lo que le he dedicado en tiempo y letras a lo largo de los años. Unas veces ruidoso y otras veces tan mudo y polvoriento que cuesta reconocerlo, siempre tuvo algo que contarme; nunca dejé de escribirle. 

Como se barruntaba, la deslucida primavera venía pertrechada de todos los ingredientes  para agostar los campos a poco que asomara el abrasador sol estival, aunque todavía falta un mes para el cambio oficial de estación. Sometidas a los efectos de la inexorable subida de temperaturas y aventadas por un espantoso airazo solano, la imagen de las dehesas no puede ser más desoladora. Al menos las austeras retamas se visten estos días de gala, maquillando con su espectacular floración el crudo paisaje impuesto por una climatología implacable que nunca entendió de formalidades.

Decepcionantes han sido los largos ratos de observación que he dedicado a mis admirados seres alados en sus habituales áreas de querencia. Al menos ésa ha sido mi impresión después de pasar revista a las especies más emblemáticas que se reproducen a orillas del Guadalemar.

En la ladera de las culebreras se respiraba una siniestra sensación de vacío y soledad, agudizada por el deslucido y áspero secarral de un mayo irreconocible. En las dos horas que estuve haciendo guardia, ni la caprichosa culebrera visitó el nido, ni la cigüeña negra tampoco. Que las culebreras no ocupen la diminuta plataforma esta temporada, no me sorprendió, conociendo sus misteriosos hábitos, pero que las cigüeñas negras no estén criando donde lo han venido haciendo los últimos cuatro años, tiene su enjundia. Cabe la posibilidad de que esta veterana pareja haya decidido mudarse, habida cuenta de la baja tasa reproductiva y los fracasos cosechados en este nido. Entre luces y sombras, la destartalada carga de leña daba la impresión de estar medio volcada.

Tampoco ha habido suerte con la pareja de águilas perdiceras que anidan en el frondoso valle. Aunque tenía noticias de su presencia en el territorio, finalmente no ha criado en el pinar. Si estas enigmáticas águilas tienen otra alternativa, es un misterio que está por descubrir.

Por su querencioso comportamiento, parece que los milanos negros sí están criando de nuevo este año, así como la conocida pareja de águilas calzadas. Entrambas especies comparten territorio, aunque procuran guardar las distancias y respetan la linde entre los nidos, separados por poco más de cien metros. No se alejaron de la zona de cría  en el largo rato mañanero que eché en el puesto de observación junto al puente. Si bien las calzadas incuban en estas fechas (sólo vi al oscuro macho sobrevolando la zona), los milanos deben tener los pollos muy adelantados.

Nunca se echa en falta un ciento de buitres congestionando el espacio aéreo de la dehesa allí donde la merina dio sus últimos pasos. Como una disciplinada brigada de limpieza, el servicio de higiene y desinfección que prestan estos infatigables y eficientes buscadores de carroña no está pagado. Entre el numeroso bando de buitres leonados no suele faltar una estimable representación de sus parientes negros, más decididos y ceremoniosos, así como la testimonial presencia de una pareja de alimoches enfundados en su oscuro plumaje inmaduro haciendo labores de escolta. Hasta la cigüeña negra tuvo algún problema para cruzar el interminable rimero de buitres que se desparramaba a lo largo y ancho del río.

Caía la tarde cuando una terna de cigüeñas negras sobrevolaba las remansadas tablas que culebrean entre una impenetrable maraña de tamujos. Protegidas y confiadas entre la espinosa vegetación ribereña, pasan el día pescando en las someras aguas junto a garzas reales y sus parientes blancas hasta que se pone el sol.


No parece suponer ninguna amenaza para las zancudas la familia de zorros que ha elegido el tamujar para criar a sus zorretes. La astuta raposa no tardó en ventearme y rápidamente desapareció de mi vista ante la sorprendida mirada de los cachorros, que tardaron algo más en enterarse. Alertados, buscaron igualmente la seguridad del protector matorral, aunque el más curioso permaneció unos instantes observándome con evidente cara de asombro, siguiendo poco después el mismo camino al escuchar el chismoso disparo de la cámara. Si tiene suerte y vive para contarlo, no creo que en todos sus días vuelva a escuchar  un disparo más inofensivo.

Entre dos luces, cuando parece que la vida se toma un respiro y se serena, el Guadalemar no duerme.  Los seres de la noche toman el relevo y comienzan a despertar con todo su despliegue de sonidos. Desde los más grandes a los más diminutos, todos se buscan en la oscuridad. El Impetuoso coro de la rana común  y  la ranita de San Antonio se mezcla con la bella melodía de un ruiseñor desvelado. El chotacabras se despereza emitiendo igualmente su particular repertorio canoro y no tarda en sobrevolar enigmático y silencioso el viejo puente. De hábitos crepusculares, todo es extravagante  y cautivador en este misterioso pájaro.

La noche se vistió de embrujo para recibir al poderoso búho real. Encaramado en un poste, arrogante y amenazador impuso el silencio antes de perderse en la penumbra.


Perfumada de retama

volvió hermosa la sonata,

melodías hilvanadas

en murmullos de agua calma,

Guadalemar río sereno,

remansado ya descansa,

el ruiseñor no tiene sueño,

no se duerme si no canta.

 

Jesús García Luengo

( Fotos del autor)

   

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario