Un relato mas, para acabar el año, de lo que fué testigo, nuestro observador, en mayo del 18. Esperamos que en el 2023 podamos seguir contando con sus relatos y sapiencias.
Animamos a quien quiera compartir sus conocimientos sobre nuestro pueblo, Garbayuela y su Comarca, a que se pongan en contacto con la Asociación Cultural Fuentelamora. Estaremos encantados de difundir todo lo relacionado con nuestro Parimonio, Historia y Tradición.
A primera hora de la mañana las campanas
doblaban a muerto. A la dehesa que se desparrama entre callejas y cercones de
piedra habían acudido carroñeros alados de riguroso luto. La escuadrilla de buitres
negros que sobrevolaba las difusas lindes que separan los edificios del
domesticado entorno natural, no quitaba ojo a la esquela que colgaba de una
derruida pared de piedra sombreada por añosas encinas. Mucho más minucioso que
su pariente el leonado, con la eficiencia de un perro de caza, poco escapa a la
portentosa capacidad visual que despliega el buitre negro cuando rastrea el
terreno, por muy fragoso o inaccesible que sea.
A media mañana, después de reconocer
meticulosamente la zona, el más decidido perdió altura, desplegó el tren de
aterrizaje y se posó dulcemente junto al cadáver de la merina. Abierto el
camino, le siguieron igualmente el resto del equipo. No tardaron en unirse al
festín los omnipresentes leonados, que desde las alturas se habían percatado de
la maniobra. Lanzados como proyectiles, uno tras otro fueron posándose en el
exuberante suelo de la dehesa para dar cuenta del despojo, al que todavía no
habían hincado el diente sus parientes, más preocupados en sus habituales
disputas jerárquicas antes de sentarse a la mesa. En poco tiempo se concentró
una veintena de comensales, visiblemente animados y equipados para la ocasión.
Tampoco quiso faltar a la cita una oportunista pareja de milanos negros y una
terna de alimoches, que inusualmente se hizo presente a última hora, cuando
suelen ser los primeros en anunciar el rancho. Aunque no suelen prodigarse
hasta que han alcanzado la madurez, curiosamente, dos de ellos no quisieron
desentonar y lucían el atuendo oscuro que distingue a los inmaduros.
El banquete dio comienzo como es costumbre entre invitados tan poco remilgados y la zaragata se podía escuchar desde la calle Larga. Mientras la masa de cuerpos apiñados se disputaba a base de zarpazos y picotazos la mejor posición para despachar su ración, los milanos negros, haciendo uso de su portentoso vuelo, realizaban rápidas pasadas intentando rebañar las migajas desperdigadas por el suelo. Los alimoches, con buen criterio, se limitaron a levantar acta.
Jesús García
Luengo
( Fotos y
dibujo del autor )
Gracias Jesús por tus relatos, lo explicas de forma tan amena y sencilla que lo puedo ver mientras lo leo.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy bien descrito el relato,.ha sido un placer leerlo.
ResponderEliminarPrecioso relato .
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarOle qué bien escribe, dibuja y fotografía mi hermano!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarPreciosos relatos. Amenos, llenos de sensibilidad, con su toque de humor. Enhorabuena Jesús
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