Comenzamos hoy la publicación de una serie de relatos, escritos por nuestro vecino Jesús García Luengo. Son fruto de más de 20 años observando la naturaleza que rodea a nuestro pueblo, Garbayuela, en toda su biodiversidad: fauna, flora, paisajes, micología,...Son las vivencias de un amante de la naturaleza, que, a lo largo de todos estos años, ha ido recogiendo en un Diario de Campo, al que le llama " El Observador" y que ahora, y a propuesta de la Asociación Cultural FUENTELAMORA, compartirá en este blog con todos los lectores que así quieran conocer, un poco más, las maravillas naturales que tenemos en Garbayuela y, por extensión, en la Siberia extremeña.
Estos relatos no siguen un orden cronológico en sus fechas en que fueron escritos, ni concordante con la estación meteorológica en curso. Se publicarán de una manera aleatoria.
Espero que estos relatos nos ayuden a mirar, comprender y relacionarnos, con nuestro entorno natural, de una forma sencilla y beneficiosa para ambos.
Y aprovechando este nuevo espacio en nuestro blog, y como expresa nuestro encabezamiento: "..poner en valor todo aspecto cultural de nuestro pueblo y su comarca...Encontrar, conservar y dar a conocer", quiero hacer una sugerencia, a quienes quieran aportar sus conocimientos, sean de la índole que sean, a que se animen y nos hagan partícipes de ese caudal de conocimientos.
La Asociación C. FUENTELAMORA ayudará a dar a conocer, a través de sus redes sociales, todo lo que tenga interés y sea interesante para la difusión de nuestro Patrimonio, de nuestra cultura, de nuestras costumbres, de nuestro pasado, de nuestras cosas y casos,.......
Justo Para Agenjo
EL OBSERVADOR
30-8-2020 CHARCO
DE LOS CURAS-GUADALEMAR. GARBAYUELA.
Tengo
por costumbre bajar al Guadalemar por estas fechas para observar los primeros
pajarillos migradores que se concitan en lo poco que queda de río.
Pajarillo
puntual y querencioso, no tardé en detectar el persistente reclamo del
papamoscas cerrojillo en cuanto puse pie en las dehesas que se desparraman a lo
largo y ancho de la ribera. Abundantísimo en el paso postnupcial, se le puede
ver y escuchar por estas latitudes desde finales de agosto.
Observando
con atención todo cuanto se movía en el espeso encinar que crece en el margen
izquierdo del río, fui a dar con el improvisado dormidero de un búho real. Como
es costumbre en esta rapaz nocturna, no voló hasta el último instante. Poderoso
y silencioso, desapareció raudo entre el apretado encinar poniendo en alerta a
todos los mojinos que se iba
encontrando en su precipitada huida. Al acercarme a su dormidero descubrí con
sorpresa que estaba recién merendado. Como no tiene preferencias ni es remilgoso
a la hora de sentarse a la mesa, entre lo que pisa y lo que vuela, en esta
ocasión eligió pluma. Quizás porque fue lo primero que encontró en la despensa.
Así lo anunciaban los restos sanguinolentos de la tórtola turca que yacía bajo
su posadero. No es la primera vez que sorprendo al gran búho degustando el
festín de una cacería diurna fuera de la época de reproducción. Sin la
discreción y el amparo de la oscuridad, me imagino a uno de estos búhos encineros acechando y capturando a sus
presas tal como lo haría un azor, si la oportunidad se presenta en pleno día.
Sin territorio definido ni domicilio fijo, me los he encontrado en no pocas
ocasiones perchados en cualquier ladera umbrosa o vaguada abrigada,
perfectamente mimetizados con su entorno.
No recuerdo haber visto nunca el charco de Los Curas con tanta agua. Incluso se han mantenido algunas tablas de agua río arriba, pese al riguroso estío. Cuando llegué a mi puesto de observación todavía estaban los rabilargos increpando al búho real, que no se había alejado mucho. Tanto insistieron en el acoso, que el gran duque tuvo que mudarse de nuevo. También una pareja de águilas calzadas que rondaban por la zona se percató de la maniobra y se unió a la persecución.
En las dos horas de observación fueron desfilando
toda suerte de pajarillos, como el martín pescador, el andarríos grande, el
zarcero común o la curruca tomillera. Prácticamente han desaparecido ya del
espacio aéreo las golondrinas, los aviones comunes y los vencejos. Curiosamente,
se presentó en el charco una joven garza imperial. Inédita en la larga lista de
observaciones que he registrado en el Guadalemar, se paseó por todo el
perímetro de la verdosa balsa de agua, hasta que una solitaria merina apareció
entre los tamujos y la espantó. La garza, que debió considerar que aquel animal
debía ser “peligrosísimo”, se encaramó a la copa de un carrasco y no volvió a
bajar al charco. Posteriormente voló río abajo en el mismo instante en el que
una joven cigüeña negra lo hacía en el sentido contrario. Aunque anduvo
indecisa la cigüeña enlutada, finalmente puso rumbo a la charca de la
depuradora. No se han prodigado mucho mis queridas cigüeñas del Guadalemar esta
temporada. Ésta es la tercera ocasión que tengo la oportunidad de contemplarla,
y probablemente sea la última.
Se
despide agosto con temperaturas moderadas para despertar a los sapos parteros
ibéricos de su letargo estival. Enterrados en el cauce seco del río, esperan
las lluvias entonando con sutileza su peculiar canto autillado al atardecer.
Jesús García Luengo.
Por un rato he paseado por la orilla del Guadalemar y he disfrutado de un entorno maravilloso. Gracias.
ResponderEliminar¿Donde está el charco de los curas?
ResponderEliminarMuy interesante
ResponderEliminarMuy bien Jesús.te ánimo a que sigas relatando
ResponderEliminarMari, el charco de Los Curas está situado en la última curva que hace el Guadalemar antes de llegar al puente de la carretera de Siruela. Es uno de los contados charcos que se mantiene con agua todo el verano y concita una interesante variedad de aves. Gracias por tu comentario.
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