viernes, 26 de agosto de 2022

Sendero del Castillo

 SUBIDA AL CASTILLO.



Hoy quiero compartir la experiencia de subir al “castillo” por la senda reabierta y acondicionada por voluntariosos y decididos vecinos, gracias a los cuales la subida es menos fatigosa.

Tiene su comienzo en la nueva pista que va por encima del Cerconazo. Sus ocho escalones delatan su ubicación.



Y comienza el ascenso: ropa y calzado apropiados y ganas de disfrutar de la naturaleza.

Después de unas curvas y contracurvas, entre jaras, olivos, chaparras, retamas y demás flora autóctona y pisando sobre un suelo firme y limpio de matas, el andar se hace ligero y no cansa, aunque siempre se va en ascenso.

Antes de los 15 minutos se llega a una gran roca que, justo a su lado, hay habilitado un asentadero para un pequeño alto.

Asentadero

Roca-mirador

Subido en esa roca-mirador y con los pies en conexión con la tierra, inspiro, y dirigiendo la mirada hacía la derecha, observo el imponente Castillo de la Puebla de Alcocer, ( si el tiempo acompaña) antigua metrópolis nuestra y de la que hace siglos nos independizamos, y sus blancas casas recostadas en su ladera, mientras exhalo el aire cálido de mis pulmones.

Inspiro, girando levemente la cabeza a la izquierda, enviando mi aliento a lo que parece un montón de grano y que no es otro que el Cerro Masatrigo, majestuoso en su aislamiento y, como dato curioso, su base conforma la mayor rotonda de España. Y en su cima se halla una libreta, quien corona puede dejar escrito su sentimiento. Está dentro de una caja que la preserva de las inclemencias del tiempo.

Inspiro, y a la vez que dejo salir mi aire del interior, muevo un poco la cabeza, hacia la izquierda, y me topo con una pariente lejana, muy lejana, nos unen nuestros nombres, acaban los dos pueblos en -uela, delatan nuestro origen, Garbayuela y Siruela.

Inspiro, y dirijo mis ojos hacia la izquierda y al expirar el fluido interno, estoy ayudando a Eolo, dios griego de los vientos, que sigue modelando Las Mesas, a la espera de que los otros dioses quieran sentarse a compartir viandas y experiencias.

Inspiro, y con un mínimo movimiento hacia la izquierda, vacío mis pulmones mientras mi vista resbala por la redondez del Morro de Tamurejo llegando hasta sus casas, que se acogen a su protección.

Inspiro, y derramo mi visión por todo un mar lleno de encinas, olivos y pastos que hacen que me sienta acunado, mientras el susurro de sus voces verdes, amarillas, y otras tonalidades, me dicen que estoy en una Reserva de la Biosfera. Termino de vaciar mi interior para volver a llenarlo de aromas naturales.

Inspiro, y poso mi mirada en el conjunto de casas blancas, a la vez que el sol saliente va peinando sus tejados dándoles ese color rojizo, mas o menos intenso, según edad, mientras su calidez envuelve al pueblo, a sus gentes, con sus ilusiones y algún que otro fracaso, de esa forma que sólo sus rayos, suaves y acariciadores penetran en nuestra piel con total confianza y de manera tan sensual. Expirando suavemente, fijos mis ojos en el conjunto de casas y calles que me traen tan buenos y gratificantes recuerdos.

Es mi pueblo, es Garbayuela y además me gusta ¡¡¡que le voy hacer!!!.

Según el tiempo que haga se pueden divisar mas pueblos y sierras.

Reanudo mi ascensión hacia “ el castillo” por el sendero tantas veces transitado por los antepasados que cuidaban de estos olivares, hoy perdidos de monte.

Tras una prolongada subida llego hasta el punto donde una senda menos marcada, pero visible, se pierde a la izquierda, mientras la senda de ascenso sigue bien señalizada por una flecha verde.

Hago un alto aquí, porque esa senda que se aparta de la principal conduce a un olivar de quien es uno de los principales “ingenieros” que han hecho posible que esta senda esté habilitada y limpia de estorbos para beneficio de todos. Es Julián Millán. Persona meticulosa y detallista, artífice, en gran parte, de hacer el ascenso mas cómodo con la colocación estratégica de escalones. En su olivar, que está limpiando, en homenaje a sus padres, se halla el solitario y majestuoso pino que desde el pueblo se ve a media falda de la sierra. Desde aquí mi reconocimiento a su labor, extensible a quien, junto a el, participa activamente en este proyecto.

Tras una ascensión de unos cinco minutos entre los asiduos acompañantes: olivos, carrascos, alguna retama, alcornoques, jaras y diversas especies mas.

Llego al punto donde, girando a la izquierda, llevaba al “castillo” la antigua senda, pero los “ingenieros” han acondicionado, mediante escalones, el acceso al “pilar de los moros”,

Pilar de los moros

 en esta época seco, su entorno en primavera, tras las lluvias, es una explosión de verdor y aromas, resbalando el agua por las paredes de la roca, que conforma en su base un pequeño pilar. Zona apta para realizar un alto en la ascensión y contemplar el paisaje que se extiende ante mi.

A partir de aquí sigue la senda, delimitada por unos montoncitos de piedra

Piedras señalizadoras

a la izquierda mientras que a la derecha las rocas esperan sedientas las lluvias para convertirse en cortinas acuosas.

Al poco llego a una zona llena de piedras amontonadas, pero sin ningún problema para atravesar esa pedriza, gracias, una vez mas, a los dos “ingenieros” que mediante la señalización a ambos lados del camino con montones de piedras y el asentamiento de otras en el suelo, hacen muy fácil el tránsito hacia adelante.

Comienzo de la pedriza

A los 6-7 minutos, de iniciada la marcha por la pedriza y al lado derecho observo los restos de lo que parece haber sido un chozo, posiblemente de pastores, su pared en redondo parece así indicarlo. Lo contemplo y me hago la idea de cómo de dura era la vida en aquel tiempo, no tan lejano.

Prosigo el andar en busca de la cumbre entre grandes rocas y pequeños montoncitos de piedra puestos estratégicamente para orientar a quien anhela hacer cima.

Llego a un punto en que parte, a la izquierda, una senda que lleva al “corral del tío Ramón”, pero que hoy no voy a recorrer.

A la izquierda al corral del tio Ramón, a la derecha al Castillo

Sigo el sendero, a la derecha, y comienzo a ver y sentir indicios que me dicen que estoy próximo a la cima. Va desapareciendo la vegetación y comienzan a mostrarse las rocas en su amplitud; caminando sobre ellas y entre las señales que me indican que voy por el buen camino, llego a la cima. Aunque el sendero continúa hasta adentrarse en el “poblado”, y sigue entre restos de construcciones, visibles en su poca altitud sus paredes, lleno de monte, se adivina que en algún momento y en época lejana, estuvo habitado.

Lo que aquí arriba hay es para un examen y una descripción mas detallada y que este pequeño artículo no abarca.

La visión panorámica que desde esta altura se contempla es simplemente grandiosa. Cada persona que llegue aquí sentirá emociones diferentes.

Mi sensación es haber realizado un camino que finaliza en un “castillo”. Un “castillo” muy peculiar, no tiene muros, ni almenas, ni torre del homenaje, ni fosos disuasorios. Es un “castillo” abierto, en el que caben todos, al que se accede sin dificultad, en el que nadie es forastero, que no se ve, pero que se siente. Es el “castillo” que quien llega a el lo hace suyo y el “ castillo “ se entrega llenando de felicidad y regalando visiones, que, según que época del año sea, es variada en sus colores y olores.

He subido al castillo” es una frase que a menudo se oye en Garbayuela. Y desde hoy, para mi, y en homenaje a los antepasados, que así lo denominaron, EL CASTILLO, es en mayúscula y sin comillas. Alguien me dirá que no es cierto que exista ese CASTILLO. Mentirijillas hay muchas, recuerdo una sobre un pueblo de Cantabria, de la que dice un refrán: “el pueblo de las tres mentiras: Santillana del mar, que ni es santa, ni es llana ni tiene mar.” (por cierto ciudad muy hermosa y con mucha historia )

EL CASTILLO de Garbayuela estar, está, verse no se ve, pero sentirse........


Justo Para Agenjo




3 comentarios:

  1. Ves como sí existen poetas siberianos.

    ResponderEliminar
  2. Respuestas
    1. Por un motivo informático que desconozco mi anterior post apareció como anónimo.
      Soy Emilio Ortega. Y con el texto que escribí quise reconocer tu estilo literario que, en algunos párrafos, se acerca más a la poesía que a la mera narración descriptiva.
      Bajo mi humilde opinión, un POETA es el que escribe lo que siente el alma.
      un ESCRITOR describe situaciones, paisajes
      actos, opiniones, etc.
      Le animo a que lo siga haciendo.
      Un saludo.

      Eliminar