viernes, 30 de octubre de 2020

Día de los Santos y los Difuntos

 

1 y 2 de Noviembre.- Días de los Santos y de los Difuntos



     En Garbayuela el día de Todos los Santos es el Día del Bollo.

    Desde hace unos años esta fecha ha dado lugar a la celebración de una especie de romería en la que familiares y amigos se van al campo para darse una buena comilona en la que no faltan los dulces en grandes cantidades, acompañados de bebidas de todas las clases. No hace falta decir más porque todo el mundo sabe el qué y el por qué de la fiesta.

   Hasta hace un par de décadas era completamente diferente. Era una fiesta infantil, de adolescentes y de gente joven, cada grupo por separado, pero más o menos con la misma parafernalia y el mismo objetivo: irse al campo “a comerse el bollo”.

   El bollo era y es un dulce normalmente de bizcocho muy bien adornado con una especie de crema elaborada con clara de huevo y azúcar que hacía las delicias del mejor paladar. También nuestras madres nos los


Bollo de manga gitana

Bollo y frutos.

hacían de “manga gitana”, y de “candelilla” y si por coincidencia de fechas había que alargar los días y se terminaban los que nos habían preparado, acababan echándonos uno “de empanadilla” o “de galleta”. Estos dulces iban acompañados de frutos del otoño: granadas, membrillos, castañas, nueces... Y era obligado que los niños se pasasen por casa de sus abuelos y de sus madrinas para recoger los bollos y las chucherías que les habían comprado. Pero también las suegras habían hecho uno con delicadeza y esmero, y ese iba destinado a las novias de sus hijos junto con algún otro regalo que normalmente era para su ajuar.

  Unos días antes de esta fecha, incluso semanas, niñas y “jovenzuelas”, principalmente, buscaban el sitio más idóneo y aparentemente secreto, para “poner los asentaeros”, limpiar un poco las malezas y colocar unas piedras que servirían después para machar las nueces y almendras que llevaran.

Asentaeros esperando.

Nadie se podía enterar del sitio, aunque siempre eran los mismos: “la floría”, “el baldío”, “la pradera” o “las tierras de la Escola”, y para los más audaces, “el puente de las palomillas”, “el zamorano”, “la corchá” o “tablacorta”. Pero siempre había algún muchacho que bien porque se lo había oído a sus hermana o primas o por lo que fuera, se enteraba del lugar escogido y rápidamente se lo comunicaba a sus amigos para que llegado el día señalado presentarse allí con la intención de quitarlas el bollo, que al fin y al cabo en eso consistía la fiesta, sobre todo en las edades de los catorce o quince años. Se presentaban por sorpresa y rápidamente se iniciaban una serie de carreras campo a través corriendo unos detrás de las otras que terminaban con las cestillas del bollo medio rotas y los dulces y demás zarandajas rodando por el suelo, amén de los arañazos y rasguños en brazos y piernas y los jirones en la ropa, al saltar las paredes. Pero ¡qué risa! y ¡qué bien que nos los hemos pasado”. (No era en todos los grupos igual, y algunos, de verdad, se comían su bollo tranquilamente).

    El grupo de los jóvenes más mayores y mejor organizados, la mayoría novios, se juntaban en casa de algunos de ellos. Se asaban y comían además de dulces, las castañas, acompañadas de bebidas alcohólicos, tipo anís o vinos dulces normalmente caseros. Y así pasaban alegremente las primeras horas de la noche del día 1 de noviembre. Y digo alegremente, porque llegadas las nueve o las diez, todo cambiaba. Empezaban a tañir las campanas de la Iglesia “doblando por los difuntos” y ya el ambiente se enrarecía. Todo el mundo empezaba a irse a sus casas mientras el aire del pueblo se estremecía con aquellos tañidos fúnebres que un par de personas, instaladas en lo alto de la torre de la Iglesia, en el campanario, daban para recordarnos que al día siguiente era el Día de los Difuntos. Estaban doblando hasta el amanecer, al abrigo de una pequeña fogata que se veía desde abajo, y que conseguía conmover a los más pequeños atemorizados por aquellos tañidos y aquellos destellos luminosos que despedían las llamas de la lumbre en lo alto de la torre.

  Estas personas no hacían esta tarea gratis. No. Ya habían pasado el día anterior o ese mismo día, casa por casa, pidiendo un donativo, en dinero o en especie. Y la gente contribuía generosamente con ellos, agradeciendo además esta acción tan “misericordiosa con los difuntos”. Porque en Garbayuela, “doblar por los muertos” era y es la mejor manera de homenajear su recuerdo.

 Voy a callar el nombre del cura que eliminó esta costumbre, pero anterior a éste, raro era el día que no doblaran las campanas quince o treinta minutos, según recursos, por el aniversario “de mes”, “de medio año” “de año”…, por algún difunto.

  Y por último citaré otra costumbre muy peculiar y muy nuestra en lo que se refiere al recuerdo de los difuntos. Ya no tanto, pero todavía se tiene en cuenta en familias de hábitos muy tradicionales:

   “En una familia donde había ocurrido un fallecimiento reciente, si estaban próximas las fiestas de San Blas o de los Santos, estaba claro: ese año no se hacían los dulces típicos de ellas: ni bollos, ni canutos. ¡Y si no puedes ir al bollo, te aguantas! ¡que estamos de luto!, decían nuestras madres. Pero entonces surgía la solidaridad de vecinas y familiares que no tenían relación con el finado, y cada una se presentaba con un obsequio para los niños, de tal manera, que al final resultaba que en esa casa había más bollos y canutos que ningún año”.

   ¡Son las cosas de nuestro pueblo, las “cosas” en las que nos hemos criado!. ¡Y a mucha honra!

Garbayuela, octubre de 2020

Luis A. Agenjo Rivas


3 comentarios:

  1. Como siempre, una maravilla leerlo.
    Hay que estar orgullosos de haber tenido esas tradiciones y de haberlas vivido así. Es una suerte tener en el corazón esas vivencias, transmitirlas y hacerlas visibles y públicas.
    Enhorabuena por vivirlo, por mantenerlo y por explicarlo tan bien y tan cercano.

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  2. Maravilloso trabajo el que realizas, Luis, publicando estos artículos tan entrañables para los que tuvimos el privilegio
    de vivirlos.
    Tu labor y la de los que componéis el equipo de FUENTELAMORA es encomiable y digna de ser reconocida y aplaudida por el pueblo de Garbayuela.
    Así lo hago yo.

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  3. Rodri y Cilantro: Gracias por vuestras palabras. Con ellas me animáis a seguir contando "cosas de Garbayuela"

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