miércoles, 3 de diciembre de 2025

Danza de San Blas, de Garbayuela ( Badajoz )

 

APROXIMACIONES A LOS ORÍGENES DE LA

DANZA DE SAN BLAS DE GARBAYUELA DESDE

EL ESTUDIO MUSICAL DE SU MELODÍA.



                                                             por Emilio Ortega Camacho



Si quieres poder gozar

Las emociones que evocan

Los palillos cuando chocan

Por las calles al danzar,

Te deben de bautizar

Con una chispa que vuela

Desde el leño y la candela

Hasta el lugar del honor

Que tiene ser danzaor

Del pueblo de Garbayuela.

(E. Ortega)





1.- INTRODUCCIÓN.

La danza de San Blas, pertenece a las llamadas danzas de paloteo. Son danzas en los que los ejecutantes (aquí en Garbayuela llamados “danzaores”) golpean unos palos (en este lugar llamados “palillos”), uno contra otro o contra los de los demás integrantes que intervienen en la coreografía, al ritmo de la música que les va acompañando durante toda su actuación.



2.- ORÍGENES MAS COMUNES Y POPULARES.

La secuencia escénica y coreográfica de esta danza: -Jóvenes enfrentados golpeando sus bastones que pudieron ser espadas-, es muy probablemente la que justifica y sustenta la explicación de que debe de tratarse de una danza de tipo bélico por cuanto que con ella se intentaría demostrar las cualidades de fuerza, vigor y entusiasmo guerrero que ostentaban tener los intérpretes de la misma.

Otras opiniones, describen una explicación menos violenta, más bucólica y más festiva.

Garbayuela fue, en época de la trashumancia, un descansadero temporal para los rebaños castellanos, debido a que el escaso manto freático de su subsuelo provocaba la temprana aparición de yerba fresca y tierna, y a que contaba, además, con abrevaderos naturales proporcionados por un manantial cercano y la proximidad de un rio que, si no caudaloso, era lo suficientemente capaz de saciar la sed de los rebaños que pastaban en sus dehesas y baldíos en los meses de invernada.

Pudiera ser que los pastores que acompañaban al ganado, distrajeran su tiempo de ocio bailando entre ellos esta danza, usando como palillos los bastones, garrotes o cayados que utilizaban diariamente para arrear, dirigir o apriscar su ganado.

También es probable y hasta lógico que después de haber pasado los meses más duros del invierno en estos parajes, estuvieran deseosos de volver a sus lugares de origen y abrazar a sus familias y seres queridos. Y era por la festividad de San Blas cuando iniciaban los preparativos para su regreso. La devoción a este santo, congregaba en Garbayuela a un gran número de devotos, por lo que podrían haber decidido elegir este día para despedirse de los vecinos de este lugar y dar por terminada su tarea aquí, con esta manifestación folklórica. En ella mostrarían a los visitantes la vistosidad y la conjunción de sus movimientos.



3.- UNA NUEVA VISIÓN.



Nosotros, intentaremos dar a conocer, a través de este estudio, otra posible alternativa al origen de esta demostración artística. Y lo haremos, fijándonos en los dos elementos que han sido inequívocamente invariables, inalterables y perdurables en el tiempo: Su escenografía y su música.

Para ello describiremos, a cámara lenta, el movimiento reiterativo y recurrente que efectúan los “danzaores”. Y examinaremos, sucinta y sencillamente la partitura musical en la que se sustenta la melodía que apoya esta coreografía.



4.- DESCRIPCION ESCÉNICA

A continuación, hacemos una breve, pero prolija explicación, de las partes que configuran esta danza, a los solos y únicos efectos de que sirvan de apoyo y soporte a la exposición que, desde un punto de vista musical, queremos desarrollar.

Todos estos movimientos se ejecutan mientras los danzaores caminan hacia adelante o hacia atrás según el ritmo que marca la melodía que interpretan los instrumentos acompañantes; y lo realizan de acuerdo a los siguientes cuatro pasos o tiempos.

Primer tiempo: Con los dos palillos ligeramente en cruz y extendidos a la altura de las cabezas de la pareja de danzaores, con los dos pies juntos y apoyados ambos en el suelo, los cuatro palillos chocan con un golpe seco y contundente.

Segundo tiempo: El palillo de la mano derecha golpea una vez sobre la parte superior del palillo de la mano izquierda y el cuerpo se apoya sobre la pierna derecha o izquierda en función del sentido de la marcha. Si el sentido es hacia la derecha del danzaor, este primer paso lo dará con el pie derecho; si fuese a caminar hacia su izquierda, lo dará con el pie izquierdo. Es la forma natural de ambular.

Tercer tiempo: El palillo de la mano derecha vuelve a golpear otra vez, al palillo que sostiene la mano izquierda, pero en esta ocasión lo hace sobre su parte inferior y el cuerpo se apoya sobre el pie contrario al del primer tiempo.

Cuarto tiempo: el palillo de la mano derecha golpea, de nuevo, sobre la parte superior del palillo de la mano izquierda manteniéndose con él en una posición como de tijera y procediendo a elevar ambos palillos, a la altura del costado derecho, preparándose para hacerlos coincidir con los de su pareja mientras que, con un salto, une los dos pies en el suelo comenzando de nuevo a interpretar el primer tiempo. Y así, sucesivamente.



5.- ANÁLISIS MUSICAL.



5.1 – EL COMPÁS.

La mayoría de las composiciones musicales propias del folklore clásico extremeño están estructuradas bajo compases de tipo ternario, (jotas, rondeñas, fandangos). Sin embargo, esta danza, tiene su desarrollo en compases de tipo binario. Es decir: de dos o cuatro tiempos o pulsos Este tipo de compás, es propio de melodías semejantes a himnos, marchas, pasacalles o pasodobles, y es el indicado para composiciones adecuadas a paradas y desfiles militares. En este caso concreto y atendiendo a la escenificación descrita anteriormente, podemos afirmar que el compás utilizado es el denominado compasillo o también 4/4.

5.2 – LA MELODÍA.

Es una melodía corta, simple, sencilla, monótona y repetitiva. Discurre utilizando las ocho notas de la octava de una manera secuencial. Ascendiendo y descendiendo, correlativamente, por la escala de Do Mayor y usando la duración temporal que le corresponde a la figura de corchea.

5.2.1 – SU MODO.

la melodía está compuesta en modo mayor, lo que le da un aire todavía más marcial y enérgico, imprimiendo a la danza un carácter fuerte y vigoroso.

5.2.2 – SU TONALIDAD.

Tiene una tonalidad de DO Mayor, por lo que resulta fácil de ejecutar al carecer de alteraciones.

5.2.3 - SU AIRE.

Al inicio de su partitura escribiríamos: Marchoso.

5.2.4 – SU VELOCIDAD.

Para su ejecución, el metrónomo lo situaríamos en 124. Curiosamente esa velocidad coincide con la cadencia de paso con la que desfila la infantería del ejército español, aunque debo decir, que algunos directores de bandas de música militares como Manuel Grao, sostienen que la velocidad correcta sería la de 120 pasos por minuto.

ACLARACIÓN: Allá por diciembre del 2017, realicé una transcripción musical y su consiguiente puesta en audio de esta partitura, al objeto de que sirviese de soporte y entrenamiento para los alumnos aspirantes a danzaores y para que fuese utilizada en los ensayos de los días previos a la festividad de San Blas. La reconocida erudición y experiencia, en esta y en otras muchas tradiciones de Garbayuela de nuestro paisano: Luis A. Agenjo Rivas, hizo recomendable estimar las indicaciones que me hizo llegar por email sobre la conveniencia de bajar esta velocidad hasta la cifra de 121/ 122, sugerencia a la que accedí sin dudar. Así es que cada

vez que se ejecuta esta danza con el audio digital definitivo que le envié, ésta se interpreta a la velocidad sugerida.



5.2.5 – SU ARMONÍA

La armonía no tiene ninguna complicación. Va alternando acordes de tónica y dominante constantemente.



5.2.6 – SU ESTRUCTURA

Su única estrofa comienza en un compás de anacrusa al objeto de que el golpe de los cuatro palillos, coincida con la parte fuerte del compás, siendo esta la primera del mismo.

Como Coda, utilizan una forma muy castrense y cuartelera de finalización. Consiste en cantar a viva voz, cuando el danzaor que figura en primer lugar lo decide, los números UNO, DOS, TRES; haciendo coincidir el UNO con la primera parte del antepenúltimo compás; el DOS con el primer tiempo del penúltimo, y el TRES con la primera parte del último. Se completa así el primer compás de anacrusa, cerrando la partitura de una manera correcta y acertada.

5.2.7 – SU INSTRUMENTACIÓN.

Ignoramos para qué instrumento fue escrita esta composición. Pero su carencia de alteraciones y la utilización de una sola octava, nos hace suponer que lo fue para un instrumento fácil de ejecución. Posiblemente flauta o pífano. Aunque no descartaríamos que originariamente el uso del redoble del tambor fuese el único instrumento solista.

Los golpes de los palillos, también adquieren aquí un papel relevante; Son los que van marcando los cuatro tiempos del compás, a modo de metrónomo. Y ayudan, apoyan y mantienen la sincronía del desarrollo de la danza.



6.- A MODO DE HISTORIA.



6.1 – LOS QUINTOS.

Con la llegada al trono de España de los Borbones, a principios del siglo XVIII, se implantó un método de reclutamiento conocido como “Las quintas” (uno de cada cinco), al objeto de incorporar al ejército las tropas necesarias para su cometido. Posteriormente, La Constitución de 1812 (La Pepa) establece el servicio militar obligatorio en su artículo 361. Sin entrar en detalle en la forma de su aplicación, este mandato significaba que, cada año, todos los jóvenes varones que cumplieran una determinada edad, tenían la obligación de ingresar en el ejército para cumplir con ese deber, allí donde fuese destinado.

A aquellos que llegaban a la edad requerida durante el transcurso del mismo año, también se les siguió llamando quintos.

La llegada de este acontecimiento, suponía para el grupo anual de mozos el reconocimiento de su madurez viril; y como demostración de sus capacidades, era muy frecuente la realización de actividades destinadas a exhibir sus dotes de fuerza y de resistencia.

En Garbayuela, El día de la Candelaria, el día anterior al de San Blas, los quintos traían desde las dehesas de los alrededores de la villa, una encina, a ser posible de considerable tamaño, y a la que llamaban: “El leño”, para ser quemada en la plaza. La transportaban en carros empujados por ellos, al tiempo que cantaban canciones alusivas a su próxima partida hacia los destinos cuarteleros que les hubiesen tocado en suerte. Con ellas, conseguían apagar la tristeza de la separación de sus novias de su pueblo y de sus familias.

Por el camino, se les iban uniendo: amigos, padres, paisanos… y algunos de los soldados licenciados de los reemplazos anteriores que, a modo de broma, les intimidaban contándoles las penalidades que les aguardaban durante, esa ya, cercana etapa y entre las que se encontraban las que correspondían a: aprender a marcar el paso y a saber desfilar.

Cuando el leño estaba situado en el lugar convenido, procedían a prenderle fuego con gran profusión de cantes, bailes y aguardiente, en tanto en cuanto golpeaban el tronco con palos y cachiporras cortadas y acondicionadas exprofeso.

Entre estos bailes, es posible, que figurara alguno con el que se intentase imitar los pasos que daba la tropa desfilando, demostrando así a los veteranos espectadores la facilidad con la que ellos también efectuaban esta maniobra militar.

Igualmente es posible, que estos soldados licenciados, trajeran del destino o destinos, donde hubiesen prestado su servicio, el paso de alguna marcha militar propia de su regimiento, y esa noche, o al día siguiente, la escenificasen para el general divertimento de los espectadores congregados.



7.- CONCLUSIÓN.

Alrededor o junto a la tradición del “leño” y de la celebración de los quintos en la noche de la Candelaria, está, para mí, el marco, el escenario y el primigenio germen de la llamada: Danza de San Blas, a la que, por coherencia con lo descrito anteriormente, sería más propio y oportuno denominarla: Danza del día de San Blas.

Para los que echen en falta en este análisis alguna alusión de tipo religioso, les diré que al menos yo, no he encontrado en su música trazas de esa posibilidad. La melodía carece de solemnidad; no reúne las características tampoco, ni de los himnos santorales ni de las marchas procesionales.

Que con el paso del tiempo ha ido ganando terreno devocional es indudable; pero las razones y los motivos de ello, no son objeto de este análisis.

8.- ANEXOS.

Se adjuntan tres videos que respaldarían y ratificarían la exposición planteada.

El primero:

La danza del día de San Blas con sonido de tambor y pífano.


El segundo:

La Academia General Militar de Zaragoza, desfilando con la melodía de esta danza.


El tercero:

Los danzaores danzando al compás de una marcha militar muy utilizada por el ejército español en sus desfiles.




9.- AGRADECIMIENTOS.

En dos de estos videos, se ha utilizado una grabación de José María Calderón del año 2024. Para él mi agradecimiento por su utilización.



En Madrid. A mediados de noviembre de 2025

viernes, 31 de octubre de 2025

Dias de los Santos y de los Difuntos

 1 y 2 de Noviembre.- Días de los Santos y de los Difuntos



     En Garbayuela el día de Todos los Santos es el Día del Bollo.

    Desde hace unos años esta fecha ha dado lugar a la celebración de una especie de romería en la que familiares y amigos se van al campo para darse una buena comilona en la que no faltan los dulces en grandes cantidades, acompañados de bebidas de todas las clases. No hace falta decir más porque todo el mundo sabe el qué y el por qué de la fiesta.

   Hasta hace un par de décadas era completamente diferente. Era una fiesta infantil, de adolescentes y de gente joven, cada grupo por separado, pero más o menos con la misma parafernalia y el mismo objetivo: irse al campo “a comerse el bollo”.

   El bollo era y es un dulce normalmente de bizcocho muy bien adornado con una especie de crema elaborada con clara de huevo y azúcar que hacía las delicias del mejor paladar. También nuestras madres nos los


Bollo de manga gitana

Bollo y frutos.

hacían de “manga gitana”, y de “candelilla” y si por coincidencia de fechas había que alargar los días y se terminaban los que nos habían preparado, acababan echándonos uno “de empanadilla” o “de galleta”. Estos dulces iban acompañados de frutos del otoño: granadas, membrillos, castañas, nueces... Y era obligado que los niños se pasasen por casa de sus abuelos y de sus madrinas para recoger los bollos y las chucherías que les habían comprado. Pero también las suegras habían hecho uno con delicadeza y esmero, y ese iba destinado a las novias de sus hijos junto con algún otro regalo que normalmente era para su ajuar.

  Unos días antes de esta fecha, incluso semanas, niñas y “jovenzuelas”, principalmente, buscaban el sitio más idóneo y aparentemente secreto, para “poner los asentaeros”, limpiar un poco las malezas y colocar unas piedras que servirían después para machar las nueces y almendras que llevaran.

Asentaeros esperando.

Nadie se podía enterar del sitio, aunque siempre eran los mismos: “la floría”, “el baldío”, “la pradera” o “las tierras de la Escola”, y para los más audaces, “el puente de las palomillas”, “el zamorano”, “la corchá” o “tablacorta”. Pero siempre había algún muchacho que bien porque se lo había oído a sus hermana o primas o por lo que fuera, se enteraba del lugar escogido y rápidamente se lo comunicaba a sus amigos para que llegado el día señalado presentarse allí con la intención de quitarlas el bollo, que al fin y al cabo en eso consistía la fiesta, sobre todo en las edades de los catorce o quince años. Se presentaban por sorpresa y rápidamente se iniciaban una serie de carreras campo a través corriendo unos detrás de las otras que terminaban con las cestillas del bollo medio rotas y los dulces y demás zarandajas rodando por el suelo, amén de los arañazos y rasguños en brazos y piernas y los jirones en la ropa, al saltar las paredes. Pero ¡qué risa! y ¡qué bien que nos los hemos pasado”. (No era en todos los grupos igual, y algunos, de verdad, se comían su bollo tranquilamente).

    El grupo de los jóvenes más mayores y mejor organizados, la mayoría novios, se juntaban en casa de algunos de ellos. Se asaban y comían además de dulces, las castañas, acompañadas de bebidas alcohólicos, tipo anís o vinos dulces normalmente caseros. Y así pasaban alegremente las primeras horas de la noche del día 1 de noviembre. Y digo alegremente, porque llegadas las nueve o las diez, todo cambiaba. Empezaban a tañir las campanas de la Iglesia “doblando por los difuntos” y ya el ambiente se enrarecía. Todo el mundo empezaba a irse a sus casas mientras el aire del pueblo se estremecía con aquellos tañidos fúnebres que un par de personas, instaladas en lo alto de la torre de la Iglesia, en el campanario, daban para recordarnos que al día siguiente era el Día de los Difuntos. Estaban doblando hasta el amanecer, al abrigo de una pequeña fogata que se veía desde abajo, y que conseguía conmover a los más pequeños atemorizados por aquellos tañidos y aquellos destellos luminosos que despedían las llamas de la lumbre en lo alto de la torre.

  Estas personas no hacían esta tarea gratis. No. Ya habían pasado el día anterior o ese mismo día, casa por casa, pidiendo un donativo, en dinero o en especie. Y la gente contribuía generosamente con ellos, agradeciendo además esta acción tan “misericordiosa con los difuntos”. Porque en Garbayuela, “doblar por los muertos” era y es la mejor manera de homenajear su recuerdo.

 Voy a callar el nombre del cura que eliminó esta costumbre, pero anterior a éste, raro era el día que no doblaran las campanas quince o treinta minutos, según recursos, por el aniversario “de mes”, “de medio año” “de año”…, por algún difunto.

  Y por último citaré otra costumbre muy peculiar y muy nuestra en lo que se refiere al recuerdo de los difuntos. Ya no tanto, pero todavía se tiene en cuenta en familias de hábitos muy tradicionales:

   “En una familia donde había ocurrido un fallecimiento reciente, si estaban próximas las fiestas de San Blas o de los Santos, estaba claro: ese año no se hacían los dulces típicos de ellas: ni bollos, ni canutos. ¡Y si no puedes ir al bollo, te aguantas! ¡que estamos de luto!, decían nuestras madres. Pero entonces surgía la solidaridad de vecinas y familiares que no tenían relación con el finado, y cada una se presentaba con un obsequio para los niños, de tal manera, que al final resultaba que en esa casa había más bollos y canutos que ningún año”.

   ¡Son las cosas de nuestro pueblo, las “cosas” en las que nos hemos criado!. ¡Y a mucha honra!

Garbayuela, octubre de 2020

Luis A. Agenjo Rivas


miércoles, 29 de octubre de 2025

Cabañuelas 2025-2026

 

                                               


          Un año mas, nuestro meteorólogo oficioso de Garbayuela ( Badajoz ), Eulalio Calderón Díez-Madroñero, mas conocido por Filo, nos hace el pronóstico del próximo año hidrológico, para esta zona de nuestro pueblo.


          Hay que recordar que Eulalio utiliza el ancestral método empírico de coger Las Cabañuelas, basándose en la observación de la naturaleza que le rodea, así como de los distintos fenómenos atmosféricos que tienen lugar durante el mes de agosto. Una vez estudiados los distintos datos recogidos en esas observaciones y gracias a su experiencia, pronostica el tiempo que tendremos en nuestro pueblo, para todo el año siguiente, es decir desde el mes de septiembre de 2025 hasta agosto de 2026.


          Ni que decir tiene que se arriesga a ser motivo de crítica, unas veces burlona otras veces seria, por parte de sus vecinos y conocidos, pero Eulalio lleva muchos años ejerciendo esa labor de hombre del tiempo  y acepta ese riesgo con una sonrisa. 

            Aquí os dejo  el enlace para ver la entrevista, siendo testigo de la misma uno de los olivos mas viejos que tenemos en Garbayuela, y hay muchos mas e incluso mas antiguos, en concreto este tiene un diámetro de 5,66 m. a 1,30 m de altura. 

       

          Saludos cordiales.

                                             Justo Para Agenjo

                                        

martes, 28 de octubre de 2025

SETAS Y LETRAS

     Al comienzo de la temporada micológica, Jesús García Luengo, observador y descriptor de la naturaleza, nos hace un relato ilustrativo de algunas de las especies que tenemos por Garbayuela. Nos habla de sus características y propiedades, y también nos advierte sobre la toxicidad de algunas de ellas. Las fotos que ilustran este relato han sido realizadas por el propio autor.

SETAS Y LETRAS.


La otoñada lentamente va acortando los días y las borrascas atlánticas refrescan el ambiente regando los campos que el espantoso estío agostó. Así debería ser y esta ha sido la dinámica natural de los cambios estacionales que siempre hemos conocido, pero el interminable verano, después de beberse hasta la última gota de agua, se agarrapata al calendario y no lo echamos ni a gorrazos.

Septiembre, mes de transición en otros tiempos, hace mucho que “perdió las formas” y se ha vuelto tan áspero y seco como los que le preceden, así que esperamos a octubre como agua de mayo. Si viene entrado en agua, los chaparrones empapan generosamente la tierra abrasada por las interminables horas de sol y el polvo reverdece alumbrado por la tibia luz otoñal. Los efectos del agua revitalizadora no se hacen esperar y la vida se despereza, florece, madura y engorda con premura antes de que el afilado frío del hielo la adormezca de nuevo. La vida se rinde al sueño antes que luchar contra los extremos.

Los charcos centellean como espejos en las reverdecidas dehesas cuando los bandos de grullas viajeras anuncian su llegada a golpe de trompeta. Como cada año, regresan disciplinadamente al reino de la encina, el más biodiverso de Europa, dicen los que saben. En esa bendita diversidad, el reino fungi también reclama protagonismo y acude vigoroso a la llamada de la abundancia. No exigen los hongos que la tierra se colme de agua, pero sí necesitan cierto grado de humedad para desarrollarse y propagarse. Si el tiempo acompaña, unos copiosos chaparrones y unas temperaturas moderadas son suficientes para que estos ingredientes desencadenen su explosiva aparición.


Sarcoscypha coccinea
Cabe destacar la trascendental importancia de estos organismos en los ecosistemas. En su silenciosa labor descomponen y reciclan la materia orgánica liberando en los suelos nitrógeno y fósforo, nutrientes fundamentales para el crecimiento, floración y fructificación de las plantas. Otras especies establecen relaciones simbióticas con determinados vegetales, intercambiando agua y nutrientes, entre otras importantes funciones. Todos estos procesos químicos pasan lógicamente desapercibidos, pero no así sus cuerpos fructíferos, la parte visible de los hongos que conocemos como setas. De infinitas formas y colores, son estas las responsables de producir y diseminar las esporas, mientras el micelio, oculto bajo tierra, forma una red de filamentos llamados hifas que se encargan de extraer los nutrientes del sustrato.

Hasta 1500 especies de setas, según las fuentes, se han identificado en la Península Ibérica, de las que apenas un centenar contienen sustancias tóxicas. De esta enorme riqueza micológica no es ajeno nuestro extraordinario entorno natural y son muchas y diversas las especies que están presentes en nuestros bosques, montarrales y dehesas. Algunas de gran interés culinario, como bien sabemos los aficionados a la micología.


Entre las más apreciadas en la cocina cabe destacar a los deliciosos
Boletus. Estas setas termófilas son de las más tempraneras. En cuanto caen unos buenos chaparrones, asoman rollizos entre la hojarasca esperando a que un avispado setero las eche al cesto. Tanto el Boletus edulis como el aereus están íntimamente asociados al bosque esclerófilo, aunque también brotan bajo castaños y bosques mixtos. Antes de que septiembre perdiera la cordura, yo mismo he recogido en este mes una generosa muestra después de una intensa semana de lluvias al final del verano.


Otra exquisitez que gusta de las mismas condiciones ambientales que los
Boletus es conocida científicamente con el nombre de Amanita caesarea; por oronjas, amanita de los Césares o huevo de rey la conocemos el resto de la afición. Probablemente es la más buscada y apreciada en los fogones. Es esta una seta realmente bella y afamada, que ya era muy valorada por los emperadores romanos. Caprichosa como ninguna, aunque en Garbayuela tenemos zonas muy de su gusto, es muy escasa. Y si no se dan las condiciones, ni asoma.



Sobradamente conocida es la extensa familia de los Agaricus. Lo que vulgarmente conocemos por “hongos”. Fácilmente reconocibles, también tienen mucho predicamento por estos lares y son muy abundantes bajo las encinas y cercones bien estercolados.



         En una ocasión advertí a mi buen amigo Indalecio que se andara con tiento, porque uno de estos champiñones silvestres es tóxico y puede terminar inconscientemente en el cesto. Concretamente, el Agaricus xanthodermus. Tiene este champiñón un desagradable olor a yodo que le delata y amarillea visiblemente al roce; hay otras especies que también amarillean, pero estos tienen un penetrante olor anisado y son comestibles. Se le pusieron las orejas como a los podencos cuando en una ocasión tuve la oportunidad de mostrárselo. Basta una sola de estas setas para estropear un guiso y ponerte las tripas del revés.




Otras especies comestibles son igualmente interesantes, pero hay que esperar a noviembre para que afloren con intensidad. A lo largo de este mes se dan las condiciones más propicias para los hongos y se generaliza su recolección en los ecosistemas mediterráneos. La lista es innumerable. Solo hay que asomarse a las tiendas especializadas para dar fe de ello.



Una de las setas más llamativa por su espectacular tamaño espera a las persistentes aguas otoñales para brotar. Cuando las nieblas se agarran a nuestra sierra la podemos encontrar en los linderos y bordes de camino, aunque también tiene cierta predilección por los bosquetes de alcolitos. Si la mayoría de las setas tiene forma de sombrilla, la Macrolepiota procera, que a este nombre atiende, parece literalmente un paraguas. ¡Hasta 30 cm de diámetro puede medir su sombrero! También llamada parasol o matacandil, en su primera fase de desarrollo, curiosamente, tiene la forma de una maraca. Empanada o rebozada, está exquisita.




Pero en una comarca sembrada de pinos como la nuestra, sin duda la seta más conocida y recolectada con fines comerciales es el Lactarius deliciosus o níscalo. Asociada al pino, con el que micorriza, es una de las pocas comestibles de esta familia. En estas mismas fechas aparece otra muy conocida bajo las encinas formando curiosos “corros de brujas”. Se la distingue por el llamativo aspecto violáceo o azulado de sus láminas y, a falta de otras setas de mayor calidad, la Lepista nuda o piel azul, que así se llama, también tiene sus partidarios.



No puedo cerrar esta breve introducción al fascinante mundo de la micología sin hacer referencia a su cara más inquietante. Las cualidades culinarias de los hongos son indiscutibles y sobradamente conocidas por todos, pero una mala identificación puede ser fatal. No hay año sin intoxicaciones y, en el peor de los casos, el error puede ser mortal. En la mayoría de las muertes por intoxicación interviene una especie llamada Amanita phalloides. Así la conoce la ciencia, pero tiene otros nombres muy descriptivos que hacen referencia a su toxicidad. La oronja verde o cicuta verde es la primera seta que todo setero debería conocer, especialmente sus variedades blancas, como la virosa y la verna. Hay que recalcar que el parecido de esta especie con un champiñón en su primera fase de desarrollo puede confundir a un neófito. Sobra decir las consecuencias que puede acarrear un error de identificación. No entraré en detalles de su letal toxicidad, pero una sola de estas setas nos puede matar.




Para acabar, no quiero olvidarme de una de las setas más bellas y conocidas de nuestros bosques: la Amanita muscaria. Tóxica como otras muchas amanitas, se la conoce como falsa oronja o matamoscas y su toxina, la muscarina, actúa como un potente alucinógeno. Está igualmente presente en los bosques que arropan las umbrías y valles de nuestra Sierra de Mirabueno y Villares. El llamativo color rojo de su sombrero adornado de motas blancas la hace inconfundible, pero en un improbable caso de confusión, su ingesta no nos dejará el hígado hecho foie gras.




Con esta modesta descripción solo me he asomado superficialmente al inabarcable mundo de la micología, sin otra pretensión que mostrar uno más de los muchos atractivos que posee nuestro pueblo y nuestra comarca. Desde aquí os animo a que la descubráis, a que la disfrutéis y la saboreéis. ¡Y recordad¡ Todas las setas se comen, pero algunas solo una vez.


                             Entoloma lividum junto a un ramillete de mycenas.


                                                                                                                     “El Observador”