FIESTAS
DE SAN PEDRO (II)
En
Junio de 2020, y en plena “vena artística” de los colaboradores
literarios de la Asociación Cultural Fuentelamora, escribí un
“artículo” en el que detallaba algunas anécdotas de las
antiguas Fiestas de San Pedro, aquí en Garbayuela, y en el que me
centraba, como es natural, en las actividades religiosas de ese día
y en las capeas que se celebraban cada año en la plaza con motivo de
ellas. Y como aquel año coincidió con los momentos duros del
Covid19, me centré en recordar las que yo consideraba más
simpáticas, con el fin de paliar, en lo que se podía, los
trastornos, las desgracias y las secuelas que estaba causando la
pandemia.
Este
año vuelvo a “poner pluma en papel” para contar otras cosas que
yo recuerdo de aquellas fiestas que se celebraban allá por los años
sesenta, más o menos.
Recuerdo
que por esas fechas se arregló la plaza. A base de “peones de
villa”, (preguntad a vuestros abuelos qué era esto), se empedró
toda entera, canalizando las aguas hacia la calle Larga y a la calle
San Blas, y se delimitó en el centro un triángulo casi equilátero,
con la famosa “paerilla” que todavía perdura. Justamente en el
centro del triangulo (baricentro para los entendidos), colocaron una
farola de color verde, de unos tres metros de altura, que terminaba
en tres brazos que cobijaban sendas bombillas de “bastante
potencia”, casi suficientes para alumbrar la verbena, que así
empezamos a llamar a la parte embaldosada alrededor de ella, y que
era justamente, donde se bailaba. También en ese espacio se
construyeron seis bancos de mampostería, con asientos a ambos lados,
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| ( Banco, paerilla y pingonote) |
y que completaban el aforo de la plaza junto con la “paerilla” y
en el que madres y abuelas sentadas en ellas, podían controlar a las
parejas que bailaban al son de la música que nos traía una orquesta
de las Casas de D. Pedro, que como nombre artístico se hacían
llamar LOS SOPAS. (creo que de estos han ido surgiendo otras, que
también han actuado y quizás sigan actuando en algunas de nuestras
fiestas). Y tocaran bien, o tocaran mal, eran los protagonistas de
aquellos tres días que duraban las fiestas: ellos se encargaban de
despertarnos con sus “dianas floreadas”, de acompañar al Santo
en su procesión |
| San Pedro, procesionando. |
con sus marchas religiosas, de tocar el matiné al
mediodía, en el que bailábamos a la sombra de la farola, y ya por
la noche en deleitar a todo el pueblos con sus melodías en las que
destacaban los pasodobles, los tangos y su famosa “Ovejita Lucera”.
No
solían venir forasteros, ni atracciones de feria. Pero no faltaban
las turroneras de Siruela, que hacían su “negocio” vendiendo
unas garrotas rojas, de dulce, que junto con las golosinas normales,
y algunas frutas escarchadas, hacían las delicias de los más
pequeños, sin olvidar los helados artesanales riquísimos de Moñino,
de la Presenta o de la hermana Maria Juana, a los que también hubo
que añadir más tarde, los polos de hielo, regados con sabor a
fresa, del tío Godofredo.  |
| ( Foto: Julián Rayos ( Cascarilla) |
Algunos años venía un feriante que
traía unas barcas, tipo balancín, y en las que los más atrochados
se columpiaban intentando darse la vuelta.
Y
así, entre bailes y bailes, incluidos el Baile del Farolillo, de la
escoba, y no se cuantos más, con las chispas y destellos que dejaban
los cohetes y los fuegos artificiales, con las carreras de cintas con
las bicicletas, y otros tantos juegos para niños y adolescentes,
íbamos dando fin a aquellos inolvidables días de las fiestas de San
Pedro.
No
hace falta decir, que las capeas dejaron de celebrarse “por
prescripción facultativa”. Pero nunca faltó gente que hizo el
simulacro, disfrazándose de toros y toreros, que con mucho cachondeo
se lo pasaban de maravilla.
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| (Foto: Julián Rayos ( Cascarilla ) |
¡Benditos
tiempos aquellos!
Garbayuela,
junio de 2025
Luis
A. Agenjo Rivas